María Consolación, la anciana centenaria que vio crecer a Zaratán
Local
3 de mayo de 2023
Su longevidad y puntos de vista, relatados a Zaratán al Día, permiten apreciar la evolución de la sociedad, del municipio y contemplar con perspectiva el progreso logrado en 100 años.
Zaratán es un municipio en alza, rico en muchos aspectos esenciales para que un pueblo sea atractivo. Uno de esos factores sin duda son sus gentes, tan diversas y heterogéneas que crean una multiculturalidad difícil de encontrar. Una persona que ha visto toda esa generación y llegada de la diversidad al municipio es María Consolación, que acaba de cumplir 100 años y llegó a Zaratán en el 96.
Ella recuerda la humildad del pueblo de Zaratán al que llegó, el cual tan sólo contaba con 1.221 habitantes. Asegura que «todo el mundo se conocía, se saludaba y había mucha más unión». Ahora, con el boom de las urbanizaciones, las construcciones masivas y la búsqueda de una vida más tranquila fuera del alboroto de la ciudad, la población ha superado los 6.000 habitantes, haciendo más difícil la comunión con todos los vecinos, aunque ella asegura que «la esencia del pueblo se sigue sintiendo entre los vecinos».
Aún así, ella se siente querida, ya que tantos años en el pueblo han valido para ver pasar generaciones y forjar vínculos con gran parte de sus habitantes, siendo una especie de personaje público sin realmente buscarlo. La edad no perdona, y como dice ella, «ahora muchas de mis amigas están en la residencia, por lo que se me hace más complicado verlas». Guarda muy buen recuerdo del rincón, donde iba con sus inseparables Lidia y Amalia, con las que pasaba las tardes «parlando» de todo y de nada a la vez y recordando tiempos antiguos.
Unos tiempos muy distintos a los actuales, ya que un siglo de vida da para mucho. Para contextualizar, seamos conscientes de que María ha vivido la Segunda República, la Guerra Civil, y la transición, siendo una testigo directa de los acontecimientos más relevantes de la historia cercana en España. Confiesa que, a pesar de que los teléfonos móviles los sigue sin comprender del todo, lo que más le marcó fue el teléfono fijo, siendo para ella incomprensible en aquel momento que la tecnología hubiera avanzado hasta ese punto.
Otro de los inventos generacionales por excelencia es la lavadora. Para los más jóvenes, es habitual contar con este electrodoméstico que tanto tiempo y esfuerzo nos ahorra, pero antes no era así. Cuando María ya era ama de casa, «tenía que ir a lavar las prendas al río, y romper el hielo que se formaba en invierno para hacer la colada». Por suerte para ella, aunque ahora suena inconcebible, cuando comenzó a trabajar como servicio para un médico, «tenía un pozo en casa y no hacía falta acercarse al río». Una especie de lujo de la época que hoy en día no se aprecia como tal.
María Consolación ha tenido oficios puntuales cuando la economía apretaba en casa como el de servicio de una familia o limpiando alguna casa, aunque sin duda el más impactante y el que mejor nos permite comprender su longevidad es el de niñera, que comenzó con 12 años y en el cual tuvo a su cargo a niños que, a día de hoy, ya han fallecido. A pesar de esos trabajos esporádicos ella siempre ha tenido el rol de ama de casa, educando y cuidando a sus nueve hijos con los que ha disfrutado de buenos momentos a lo largo de toda su crianza.
Ahora, con menos energía pero las mismas ganas de vivir, sigue conservando sus amigas del pueblo, además de esa voluntad de salir de casa y hacer las cosas que le apetecen, aunque sea con las limitaciones y achaques que impone la edad. Sin duda, María se ha convertido en un emblema de Zaratán, aportando calidez y humanidad desde una perspectiva casi atemporal, siendo capaz de empatizar y entender a los demás gracias a sus vivencias, porque, sin duda, la experiencia es un grado, y en eso María Consolación nos gana a todos.
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